Los animales que vivían en el bosque decidieron que había llegado
la hora de abrir una escuela para sus pequeños. Los que tenían a su cargo
la proyectada escuela pusieron un anuncio en los periódicos locales que
decía:
“Se necesitan profesores para escuela nueva. Entrevista el domingo por la
mañana. Sólo se admiten solicitudes de quienes tengan títulos adecuados”.
El domingo por la mañana los presuntos profesores esperaban fuera
de la sala de entrevistas. El primero en aparecer ante el comité
seleccionador fue un gorrión. Tímidamente dijo:
“Deseo solicitar el puesto de profesor de canto”.
La comisión comenzó a preguntar al pequeño gorrión.
“¿Sabe cantar?”, le preguntaron. “¿Es un cantor con experiencia?”.
“Desde luego: canto muy bien. Llevo cantando desde el día que
nací”, contestó el gorrión. Dicho esto, comenzó a cantar una armoniosa y
delicada melodía. De repente, la comisión le interrumpió.
“No nos interesa lo bien que sepa cantar. Lo que queremos saber
es donde ha aprendido y los títulos y diplomas que posee. No podemos
tomar en cuenta su petición a menos que posea títulos adecuados”.
El gorrión quedó desconcertado.
“Yo sé cantar, como han oído; pero no poseo diplomas ni títulos”,
dijo.
“En tal caso, no podemos admitirle”, dijo bruscamente la comisión.
“No nos interesan profesores sin título”.
El siguiente candidato entrevistado fue un delfín.
“Deseo ser empleado como preceptor de natación en su nueva
escuela”, dijo.
“¿Dónde ha aprendido a nadar?”, preguntó la comisión. “Es de
suponer que tendrá un título o certificado de alguna institución de
natación”.
El delfín movió la cabeza apesadumbrado.
“Lo siento”, dijo. “Soy un excelente nadador y un profesor
amable y benévolo, pero no poseo títulos”.
La comisión lo despidió sin escucharle más.
“No tenemos en cuenta las solicitudes de quienes no poseen
títulos”, dijeron.
Uno tras otro, fueron entrevistados el resto de los solicitantes.
Las abejas dijeron:
“Deseamos solicitar el puesto para la sección de trabajos
manuales de su escuela. Nuestras colmenas son una maravilla de formas
intrincadas y un primor. Somos pacientes y laboriosas. Seríamos buenas
profesoras de manualidades”. Pero al enterarse de que no poseían títulos
la comisión las rechazó.
Un ciervo solicitó dar clases de carreras, y un mono pidió el
puesto de preceptor de gimnasia. Una araña quería enseñar a los pequeños
a hilar. Todos ellos fueron rechazados por carecer de los necesarios
requisitos.
Al final la comisión decidió que no era posible abrir una nueva
escuela por falta de personal bien instruido y titulado.
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